De oro y de fe • Senhor do Bonfim, BA

Doña Terezinha Aquino da Silva, 80 años, habitante desde siempre, desde antes de venir a este mundo, de la Misión Sahy, este pueblo que dió origen a la ciudad de Senhor do Bonfim, en el norte del estado de Bahia, y que es pueblo más de historias que de gente.
Justo al llegar en la comunidad, vimos Doña Terezinha caminando despacio, manos en  las espaldas, a mirar la vida de los que pasan. Cuando Nando, el profesor que nos acompañaba, le saluda y le llama por su nombre, no hace falta nada más para enganchar la charla.
Lo gracioso es que hablar con esta Terezinha de aqui se parece mucho con hablar con mi tía abuela, también Terezinha, con mi abuela Carmelita, Doña Belinha, Seu Quica y el único abuelo sin apodo, el Francisco. Es siempre de la misma manera, la risa que viene junto con las quejas. Durante la charla ella decía varias veces, “ ya fui importante, mi hija, hoy ya no soy ná”. Como mi abuelo, que siempre contesta: “Bueno de verdad, no está, pero te lo voy a decir que está bueno para ver si mejora”. Me parece interesante que las ganas de hablar de los dolores, de las enfermedades y de las debilidades se mezclen tan bien con la hospitalidad, con el “te sientas para un café? Tómate por lo menos um vasito de água”, sin ningún malhumor.
Al volver a la Misión Sahy, Doña Terezinha, entre las quejas de dolores naturales de la edad, agudizadas por la falta de condiciones materiales para un tratamiento adecuado, nos contó algo del local, construido con fe, magia y oro. Los jesuitas llegaron en el siglo XVII y encontraron allí un sitio protegido de los ojos de la corona portugesa. Allí podían vivir en paz, acumular el oro abundante en la region y, claro, buscar indígenas para catequizarlos. Nuestra narradora cuenta que es nieta de una indígena y que su abuela decía ser “caza de perro” porque eran los perros de los hombres blancos que cazaban los indígenas en la foresta y los denunciaban a su manera. Eran aprisionados hasta “amansar”.
Entretanto, parece que estos indígenas no estaban dispuestos a abandonar su fe y hasta hoy se comunican con sus herederos. Entre las muchas historias que alimentan el local, está la de un señor que, como muchos, soñó con un hombre, pero este, más valiente, decidió seguir su sueño, literalmente. El viejo indígena lo tendría mandado cavar en la puerta del cementerio, y así lo hizo. Los otros hombres tuvieron miedo de caminar por abajo de los muertos, pero él no lo tuvo, y encontró lo prometido, su bolsa de oro. Él se fue rico del pueblo, compró coches, haciendas, motos… Doña Terezinha dice que el indígena ya le dijo para que buscara su collar, que no había peligro, que el collar era suyo, pero ella prefiere no arriesgarse. Lo que es dado puede ser cobrado, a que sí?
Existen histórias de sirenas, de maldiciones, pero el miedo de la población protege el tesoro de los jsesuitas. Después de la descubierta de que los jesuítas “encubrian impuestos de la corona”, por así decir, las cosas se pusieron complicadas y el crecimiento de la región se estagnó, pero muchos creen que los indígenas maldijeron el local y las personas que les habían causado sufrimiento. Doña Teresinha, como otras personas más viejas, guarda los recuerdos de las historias, de los misterios. Ella es la dueña de la llave del cementerio, función bastante simbólica, y guarda una pipa, reliquia del tiempo de riqueza para los portugueses y trabajo forzado para los indígenas. Lo que sobra después de tanto tiempo es el sincretismo, la mezcla de la fe católica con la iglesia, que sobrevive en el centro del pueblo y de las creencias indígenas, que también sobreviven, pero dentro de cada uno, principalmente por la noche, cuando todos sueñan.

Por Daniele Rodrigues, periodista y fotógrafa (site) / Foto: Daniele Rodrigues

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